domingo, 23 de octubre de 2011

Cuentos para no dormir. Relato III.


Relato III.
Erase una vez un país muy, muy lejano, donde todo el mundo había perdido el color. No sólo las personas, también los animales, las plantas y el paisaje. El mar y los cielos. Incluso aquello que pudiera no tener color había mudado.
Nadie sabía cuando había empezado la decoloración de las cosas pero ya no importaba. Y, si importaba, no lo recordaban.
Un día apareció una persona que mantenía sus colores intactos. La piel anaranjada y bronceada por el sol, los labios sonrosados, el pelo castaño como recordábamos hace muchos, muchos años y los ojos azules como hubiera sido el cielo tiempo atrás.
Al principio todo el mundo se sorprendió y lo recibieron amablemente. Al poco tiempo, al descubrir que posiblemente fuera la única persona que mantenía color, comenzaron a envidiarlo, a temerle y por último a odiarle.
Hubo algunas personas que mantenían el recuerdo del color en sus corazones y se apiadaron de él. El resto había decidido que todo el que no fuera incoloro debía ser exterminado o expulsado de aquel país. Por ello, los que aún rememoraban en su interior algún retazo de rojo, azul, o verde, lo escondieron durante un tiempo, lo alimentaron y ayudaron para que no fuera exterminado ni expulsado…

-Abuelo que historia más triste, ¿no? –interpeló Rashid a su abuelo Mohamed Amin que narraba la historia.
-No, hijo, no. Esa es la historia de mi vida. De cómo llegué a un país donde el color había desaparecido y muchos, por ser diferente, me obligaron a huir. Otros, en cambio, mantenían el color en su corazón: el rojo del amor, el azul de la confianza y el verde de la esperanza. Me ayudaron a ser el que soy, a creer en la diferencia y a tener esperanza en aquellos que no son iguales entre ellos.
Gracias a ellos hoy he podido volver a mi país. Hoy estoy de nuevo aquí en Marruecos y os tengo a vosotros, mi familia. Mis amores que mantendréis el color de la vida pase lo que pase.
-Abuelo, ¿cómo perdiste las piernas?
-Como te conté en otra ocasión, no era fácil llegar a aquel engañoso país. Fue el precio que tuve que pagar.

¿CONTINUARÁ…?
Azazel.        

1 comentario:

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